En mi casa siempre ha sido tradición desde que éramos pequeños el ir todos los años por Navidades a visitar el Mercadillo de la Plaza Mayor y el espectáculo que ofrece Cortylandia en el Corte Inglés situado en una de las calles que van a desembocar a la Puerta del Sol, Preciados.
Aún recuerdo la impresión que me llevé la primera vez que visité esta zona de Madrid, la cara de ilusión con que miraba a mis padres cuando íbamos allí. Ver aquel gigantesco árbol colocado en medio de la plaza cerca de la Antigua Casa de Correos. Con mis 4 ó 5 años de edad imaginaba que los niños que vivieran en las zonas cercanas eran afortunados pues con un árbol tan grande sería imposible que los Reyes Magos pasaran por allí y no dejaran algún pequeño detalle para ellos, los regalos en ese barrio debían de ser enormes, ¿se portarían mejor que yo durante el resto del año? No creo, si fuera así mis padres no me llevarían al centro comercial próximo para que echara un vistazo a los juguetes que iba a poner en mi carta, era evidente que yo antes de pedir lo que deseaba tenía que verlo con mis propios ojos para ver si era tal como lo veía en la Televisión.
Después en el Mercadillo de la Plaza Mayor siempre caía la compra de alguna figurilla para el Belén, un Belén que he de decir que aún hoy sobrevive y que cada año tengo la misma polémica con mi madre de ver en que mesa lo monto por las dimensiones que ocupa, lo que ella no sabe es que cuando me vaya a mi futura casa será una cosa que se vendrá conmigo y colocaré año tras año para mantener la tradición, siempre que tenga espacio disponible para poder hacerlo. Ver aquella plaza con la Casa de La Carnicería y de La Panadería en los laterales, hacía que soñara con miles de fantasías que luego recreaba con mis muñecos en casa.
Tampoco faltaba en aquella tarde la merienda en La Mallorquina, una pastelería muy conocida y con una repostería riquísima, ¡uuummm se me hace la boca agua solo de pensarlo! Hay también otro hecho que hasta hace pocos años revivía con mis sobrinos, el ir a disfrutar de la Cabalgata de Reyes que desfila por esa zona.
Sin duda alguna, iré cumpliendo año tras año y haciéndome mayor pero mi espíritu siempre permanecerá joven y no habrá época, mientras mi cuerpo me lo permita, que falte a esta cita ya histórica en mi familia, seguiré jugando en el centro comercial, mirando con ilusión a los Reyes Mayos y teniendo caries causadas por los caramelos que reparten y las suculentas meriendas que me pego en esa época.
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