EL CERRO DE LOS ÁNGELES (GETAFE – MADRID)
El relato que acabamos de leer bien podría aplicarse a uno de los primeros lugares que visité en mis Paseos por Madrid, pues al igual que en el cuento anterior se trata de un lugar Santo situado en un cerro al que año tras año acuden numerosos devotos para visitar y orar a la Virgen y el Cristo que en él se hayan.
Mi viaje comenzó en una mañana de Domingo del mes de Octubre de 2007, el día anterior había disfrutado de la vida nocturna madrileña en compañía de un buen amigo y aunque mi cuerpo reposó escasas horas, decidí levantarme temprano y aprovechar el magnifico día que se presentaba, el tiempo era estupendo para la fecha en la que estábamos.
Podría haber elegido cualquier otro sitio pero como por algún lado hay que comenzar, mis pensamientos se encaminaron al mismo centro de La Península, si por alguna de vuestras cabezas pensareis que es la Puerta del Sol, pero no, La Puerta del Sol es el punto exacto donde empiezan todas las carreteras de España pero el Punto Geográfico Central de La Península se encuentra en El Cerro de Los Ángeles, es el Punto 0 Geográfico. Se encuentra situado en el término municipal de Getafe a unos 10 km al sur de Madrid.
Cogí mis cámaras fotográficas para poder transmitiros al menos de forma gráfica lo que allí me encontrara y emprendí camino. Para llegar al punto que me proponía tenía dos opciones: una era desplazarme hasta la Estación de Atocha y allí coger el Cercanias hasta la parada de Getafe Industrial, la cual es la más cercana, aunque hay que andar un trecho desde donde nos deja el tren hasta nuestro objetivo, la otra opción era ir en vehículo propio por la Carretera o Autovía de Andalucía (A-4) Salida número 13 dirección Cerro de Los Ángeles – Perales del Tajo, como yo no dispongo de él hubo alguien que se ofreció amablemente a acompañarme, así pues me incliné por la segunda opción.
Desde la Autovía y según nos vamos acercando, el Monumento que preside el Cerro se divisa como una figura imponente, de una magnitud comparable a lo que vemos en algunas ocasiones por Televisión del Corcovado de Río de Janeiro (Brasil), a medida que avanzamos en la carretera sus dimensiones aumentan.
Una vez ya cogido el desvío lo primero que nos encontramos al llegar es una carretera que sube hasta el Conjunto, a ambos lados la rodean zonas de bosque de pino carrascoso, merenderos, juegos infantiles y zonas de aparcamiento, llegamos a la entrada y un cartel nos comunica que este espacio tiene un horario de apertura desde bien temprano en la mañana, creo recordar que desde las 9 de la mañana aproximadamente hasta media hora después de la caída del sol (alrededor de las 8 de la tarde en verano y las 6 en invierno).
Llegamos al aparcamiento al aire libre que hay en el interior, dejamos el coche y entramos en la explanada que preside el terreno, el cual está formado por El Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, la Ermita, el Convento de Las Carmelitas, El Seminario Diocesano y el Antiguo Monumento, además de algunos puestos o tiendas de souvenir recordatorios del lugar para los visitantes y las maravillosas vistas que podemos observar hasta donde alcance nuestro ojo.
Cuando baje del coche lo primero que sentí fue una tranquilidad y paz desbordante, apenas se oían ruidos, ni siquiera la carretera próxima turbaba la calma que allí había, la gente, que al igual que yo, estaba realizando su visita rutinaria o por vez primera no se atrevía a alzar la voz, era como si esa figura que presidía todo impusiera respeto, y cierto que era así, era lo primero que observé, aquella imagen de un Cristo con los abrazos abiertos invitando al recogimiento, como si quisiera abrazar a todo y todos los que allí estábamos, mirarla desde abajo ya imponía pero no tanto como subir las escaleras que conducían a sus píes y dirigir la mirada hacía arriba, era enorme, según mis cálculos podría tener más de 30 metros de altura con el pedestal incluido, me sentía pequeña, un ser inferior, imagino que como deben sentirse las hormigas cuando nosotros vamos caminando cerca de ellas.
Y las vistas, ¡que decir de las vistas que hay desde allí!, mires donde mires ves una extensa plantación de árboles por un lado y otro del Monumento Escultórico, la ciudad y el marco que forman la Ermita, El Convento, El Seminario y El Antiguo Monumento.
Después bajé a la Basílica donde se realizan las Misas diarias, la cual se encuentra en la base del Sagrado Corazón, le sirve como plataforma de asentamiento, un espacio amplio la forma, cuando entró están celebrando una Liturgia pero me quedó observando el interior, hay escaleras que conducen hacía donde se colocan los feligreses y al Altar Mayor, desde una superficie elevada que existe, un rellano extenso encima de las escaleras, puedo observar todo el espacio.
Continuo mi recorrido, atravieso la inmensa explanada hacia el frente, donde está el Antiguo Monumento, al llegar a él observo con horror lo poco que queda, está totalmente destruido, destrozado por la mano humana que en tiempos anteriores no dudó en acabar con todo aquello que supusiera una molestia, ¿molestia a que o a quienes?, ¿que podrían ofender unas simples piedras?, somos racionales pero a veces esa razón de la que tanta gala hacemos nos falla y nos lleva a cometer actos impropios de nuestra raza humana.
Dejando a un lado la tristeza que recorrió mi persona por un momento, tome pruebas de ello y visité la Ermita y el Convento a través de los peldaños que conducen a ellos, lugares que culminan la visita a este entorno, ambas estructuras son edificaciones pequeñas en cuanto a lo que los visitantes pueden ver, supongo que el resto de salas no visitables esconden edificios más espaciosos, los dos cuentan con ambos altares, uno custodiado por la Virgen de Los Ángeles y el otro por una representación de Cristo Crucificado, al salir del Convento y casi dando por finalizada mi visita, observo con dolor que las paredes del Seminario también sufrieron agresiones y que como huellas que nunca desaparecen quieren ser testigos de lo que allí aconteció.
Damos por terminada esta ruta turística a este Complejo, no sin antes fijarnos en la valla que lo rodea, en ella están representadas las estaciones del Vía Crucis en toda su largura.
Abandonando la zona y volviendo al punto de partida llegó a casa con una sensación que me ha acompañado en todo el camino y que tardó días en desvanecerse, fue aquel sentimiento interior de tranquilidad, como si al llegar allí el estrés, agobio y presiones que sufrimos a diario hubieran desaparecido y se convirtieran en una simple balsa de aceite que nada la mueve, incapaz de estremecerse por nada pero se que sólo se trata de un espejismo y en cuanto recupere mi rutina mi cuerpo olvidará aquello aunque siempre me quedará el recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario