miércoles, 2 de julio de 2008

Día de La Hispanidad (12 de Octubre)


DÍA DE LA HISPANIDAD (12 DE OCTUBRE)


Eran las ocho de la mañana cuando sonó el despertador, debía de hacer un pequeño esfuerzo, al menos la ocasión lo merecía, el desfile no empezaba hasta las diez de la mañana pero si quería tener una buena vista debía de llegar allí temprano para poder coger un sitio de privilegio.

Era la primera vez que acudía a verlo, años antes no se me ocurrió la idea de ir a presenciarlo en vivo, aún viviendo en Madrid. La noche anterior lo estuve comentando con mis padres y decidió unirse a mi excursión mi padre, él también quería ir. Nos levantamos, nos arreglamos, cogimos algo para desayunar por el camino y a las ocho y media ya estábamos en la parada de la Línea del autobús que nos conduciría a un punto próximo al lugar central donde se produciría el evento.

Ya montados en el autobús y con el fresquito de primera hora de la mañana, íbamos comentando las peripecias de mi padre cuando estaba haciendo el servicio militar y que la mayoría de la gente que se encontraba allí montada debía dirigirse al mismo sitio pues también hacían alusiones a lo que dentro de unas horas iba a acontecer por el Paseo de la Castellana Madrileña. Llegamos a Atocha y el conductor del vehículo nos informa a todos los ocupantes que debemos bajar allí porque el resto del itinerario está cortado y no puede acceder a Cibeles que sería su final de recorrido habitual, así pues desocupamos todos el habitáculo y recorremos el resto del itinerario a pié.

Según vamos paseando dejamos atrás el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemissa, la Plaza de la Lealtad, el edificio de La Bolsa, la Fuente de Neptuno, dos de los famosos Hoteles de Madrid (Palace y Ritz), el Museo Naval y por fin llegamos a Cibeles, donde con asombro e incredulidad veo llegar un autobús correspondiente a la misma Línea que habíamos cogido anteriormente y bajar pasajeros de él, el comentario mío y de mi acompañante fue: “Bueno nos hemos dado un paseo mañanero a costa de la broma del buen transportista”.

Decidimos buscar un sitio cómodo, con buenas vistas y no muy cercano a la Plaza de Colón, donde se encuentra la Tribuna Real, ya que supondríamos que estaría atestado de público, así que nos encaminamos por el Paseo de Recoletos y en uno de los jardines del lado derecho que separa el tramo lateral de la vía central vemos un pequeño hueco donde hay un trozo de valla con unos matorrales detrás que parece el lugar perfecto para ver el desfile en primera línea, allí nos dirigimos. Una vez situados y saludando a los que allí se encontraban ya, la gente va llegando poco a poco hasta tal punto de vernos totalmente rodeados con la única salvedad que sabíamos que no sufriríamos ni codazos ni empujones pues delante nuestro estaba la valla de la carretera rodeada por los Policías y detrás teníamos cubiertas las espaldas por los matorrales.

Hasta el comienzo del paseo de las fuerzas militares estuve charlando animadamente con unos Argentinos que se encontraban a mi izquierda, se preguntaban por donde vendrían los Reyes y yo al oírles les comenté que normalmente hacían su entrada desde Cibeles hacia Colón, estando en esa conversación de repente algo nos sorprendió un chaval se dirigió a nosotros dándonos dos Euros en la mano diciendo que lo pasáramos hacía adelante de la fila de gente que se había formado, le pregunté que a quien se lo tenía que entregar y sólo me dijo que lo pasara simplemente, así lo hice, el dinero iba pasando de mano en mano, la gente bromeando sobre si alguien aprovecharía para guardárselo en el bolsillo y sin más seguí conversando con mis interlocutores sobre sus viajes, Madrid, etc.. habrían pasado unos 5 minutos cuando sentí un golpe en mi hombro, ahora provenía de mi derecha, era otro chico que me daba una banderita de España para que la hiciera llegar a la persona que había enviado los Euros anteriores, las carcajadas posteriores que seguían al pasó de la bandera se oían entre la multitud, ya todos pensábamos que se trataba de una jugarreta, vuelven a golpearme el hombro y era el mismo chaval está vez devolviéndome los Euros parece ser que la persona destinataria regalaba este obsequio al individuo del origen, aquí ya lo consideramos todos como una anécdota a contar destacando la honradez de las manos por donde circularon ambas cosas que en ningún momento hicieron desaparecer el envío.

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