LA MONARQUÍA CASTELLANA
- Tía he estado siguiéndote en todo lo que has escrito hasta ahora y tengo una duda al respecto, ¿me la podrías aclarar? – esta vez era mi sobrino, al cual había contado que estaba escribiendo sobre la Historia de Madrid al igual que al resto de la Familia, quien me preguntaba.
- Por supuesto, a ver ¿Qué quieres saber?.
- Pues tengo que hacer un trabajo sobre la Monarquía para el Colegio y ya que estas escribiendo sobre ello, ¿desde cuando hay Reyes en España? – me contestó.
- Uy, cariño, desde siempre, en todas las épocas, ya desde los visigodos, godos, alanos, vándalos, mulsumanes, castellanos, etc... En todas las dominaciones que ha tenido España ha existido un monarca excepto en épocas más recientes a nosotros como Las Repúblicas o Dictaduras que normalmente no era un monarca quien llevaba el mando del País. – le expliqué.
- Aja, vaya, entonces siempre ha existido la Monarquía, bueno como supongo que hablarás de ella te tomaré como referencia para realizar mi trabajo para la asignatura de Historia – dijo.
- Siempre, siempre, no, pero ya lo irás viendo. Es para mi un halago que tomes mis notas para el desarrollo de tu tarea, espero no darte datos erróneos y que el profesor te ponga buena nota, así pues comenzaré a contarte a partir de la monarquía castellana, pues el resto ya lo leíste por ti mismo.
- Perfecto, soy todos oídos.
La monarquía castellana empezó a mostrar una especial predilección por el centro peninsular, atraída por sus abundantes bosques y cotos de caza. El Pardo era un lugar muy frecuentado por los reyes, desde tiempos de Enrique III (siglo XIV). Asimismo, los Reyes Católicos impulsaron la construcción del Palacio Real de Aranjuez. En el siglo XVI, San Lorenzo de El Escorial se sumó a la lista de Reales Sitios de la actual provincia.
La propia Villa de Madrid, que formaba parte del grupo de dieciocho ciudades con derecho a voto en las Cortes de Castilla, acogió en numerosas ocasiones las Cortes del Reino. Al mismo tiempo, sirvió de residencia a varios monarcas, entre ellos el emperador Carlos I (primer Rey de La Casa de Los Austria, conocido como Carlos I de España y V de Alemania), que reformó y amplió su Alcázar.
A la creciente influencia socio-política de la región, se le añadió, en el siglo XVI, el foco cultural de la Universidad de Alcalá de Henares, que abrió sus puertas en 1508, a instancias del Cardenal Cisneros.
En 1561, el rey Felipe II situó la capital de su imperio en Madrid, en lo que puede considerarse el segundo embrión —y tal vez más decisivo— para la configuración posterior de la provincia madrileña.
Con la capitalidad, se impuso un marco de subordinación económica a las tierras colindantes con la Villa de Madrid, que incluso iba más allá de los actuales límites de la Comunidad de Madrid. También se promovió una extensión competencial de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte (de cinco a diez leguas en su entorno), en un intento por articular una región alrededor de la capital.
Pero aún se estaba muy lejos de una auténtica realidad administrativa, sobre todo teniendo en cuenta que el Estado del Antiguo Régimen convivía con la existencia de numerosas jurisdicciones señoriales, tanto laicas como eclesiásticas. Entre las primeras, se encontraban señoríos de gran extensión, como el Real de Manzanares —en manos de los Mendoza— y otros de pequeñas dimensiones, como el señorío de Valverde de Alcalá. Entre las segundas, había jurisdicciones monásticas (como la Cartuja de El Paular), del clero secular (como las extensas posesiones del Arzobispado de Toledo) y de órdenes militares (caso de la Encomienda Mayor de Castilla de la Orden de Santiago, que ocupaba Valdaracete, Villarejo de Salvanés y Fuentidueña de Tajo).
A pesar del apoyo madrileño a Pedro I, posteriormente los soberanos de la casa de Trastámara residirían con frecuencia en la villa debido a la abundancia y calidad de sus cotos de caza, a la que eran muy aficionados. Antes incluso, ya el libro de Montería de Alfonso XI anotaba: "Madrid, un buen lugar de puerco y oso", y posiblemente de esa característica derivaba el escudo que las huestes madrileñas llevaron a la batalla de las Navas de Tolosa.
Posteriormente, un prolongado pleito entre el Ayuntamiento y la Iglesia, acabó con un acuerdo de reparto de pastos para ésta y pies de árbol para aquél, con lo que un árbol fue incorporado al escudo junto al oso u osa y las siete estrellas de la constelación homónima. La identificación del árbol con el madroño es más oscura, más allá de la homofonía con el nombre de la ciudad. Es habitual llamar a Madrid la ciudad del oso y el madroño.
(Documentación extraída de: http://es.wikipedia.org/wiki/Portada, Gran Enciclopedia Universal y Breve Historia de Madrid. Si se vulnera alguna normativa existente en las Leyes Españolas actuales, diriganse al autor del blog vía email para retirar los contenidos que violen dicha Ley.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario